El delantero, muy astuto, se la sacó al arquero y le pegó. El portero, por demás inocente, no sólo dejó que el rival le sacara la pelota de las manos sino que además transformó su remate en gol. El tiro libre era, por supuesto, indirecto...
Fuente: Dickie R.
lunes, 31 de agosto de 2009
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