Cuando juega Novak Djokovic, el número uno del mundo, un partido contra un tenista que se encuentra en el ranking más de cuarenta puestos por debajo suyo el ganador se sabe de antemano. ¿Quieren pensar en deportes colectivos? Si se enfrenta el mejor equipo de la NBA con otro que está dos ligas más abajo, la ecuación es la misma: vence el más poderoso. Cualquiera se animaría a decir, también, que los All Blacks derrotarían con comodidad al seleccionado de rugby de Chile u otro país de tercera línea. En la mayoría de los deportes triunfa, siempre, el más fuerte.
En el fútbol, en cambio, todo puede pasar. Ejemplos hay muchos y actuales hay uno bien gráfico. Deportivo Santamarina, ése que juega el Torneo Argentino A y al que hace veinte años le remataron la sede y el estadio, puso entre las cuerdas al equipo más poderoso del fútbol argentino. Boca es el último campeón (se quedó con el Apertura con doce puntos de ventaja) y acumula 30 partidos oficiales sin derrotas. Sin embargo, contra el elenco de Tandil la pasó mal. Empezó perdiendo merecidamente, empató en el segundo tiempo y ganó por penales, que no son una lotería como dicen muchos. No es azar; es técnica y temperamento. Sobre todo esto último.
Estos equipos, como el Mirandés de España que está a un partido de llegar a una final contra el mejor conjunto de todos los tiempos, hacen del fútbol un juego estupendo. Lo mejor de todo es que las sorpresas seguirán apareciendo. En la Copa Argentina y en todo el globo.
El tenis, el básquet y el rugby, como muchos otros, son muy lindos deportes. Pero... ¡cuánto más lindo es el fútbol!
Realmente comparto tu artículo y lo voy a reproducir en mi blog
ResponderEliminarRodolfo